Si tuviera que definir en este momento la transexualidad o el transgenerismo, y ya que de todas formas todas las definiciones son arbitrarias y parciales y recogen un aspecto de las cosa a costa de silenciar otros, diría que lo trans es, sobre todo, un tema de moda. De pronto hay una oleada (donde me incluyo, por supuesto) de efusividad y facundia donde todo mundo quiere hablar sobre lo trans, estudiar lo trans, pensar la “cuestión trans”, legislar para los trans, filmar a los trans, trabajar con trans, ser trans o acostarse con alguien trans. Me parece que todo esto está muy bien siempre y cuando nos acordemos de que ahí hay personas y de que las personas pueden hablar por sí mismas. También, por otro lado, defiendo la idea de que la “cuestión trans” es de interés político general porque, independientemente de si seamos o nos consideremos (un poco o un mucho) trans, en este debate están en disputa formas de vida y espacios que habrán de construir el mundo en que vivimos y que nos regirán, de una u otra manera, a todas las personas. […]
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