A menudo cuando hablamos desde una perspectiva crítica de la agenda de los colectivos de diversidad sexual, solemos mencionar la educación sexual como uno de los lugares más importantes de disputa (en Argentina, por ejemplo, reclamamos la implementación real de la
ley de educación sexual integral en todas las escuelas). En efecto, son múltiples los lugares donde aprendemos a habitar y relacionarnos con la diferencia, de los cuales se destaca de manera evidente la institución escuela, lugar donde pasamos gran parte de nuestras vidas. En
ese sentido, como bien nos ayuda a pensar valeria flores, podríamos comprender a la educación sexual como “un término que en la escuela designa un conjunto variable de prácticas y perspectivas que no responden a un diseño uniforme e incluso llegan a ser antagónicas y contradictorias entre sí” (2015, p. 3). De este modo, la educación sexual
señalaría una intersección entre discursos acerca de la pedagogía y la sexualidad que no debe hacernos confundir con la idea de una educación de lo sexual como si éste existiera previo a los discursos pedagógicos que lo constituyen de manera fundamental. En otras palabras, no se encuentra la sexualidad en algún lugar natural que luego es regulado (reprimido) por los discursos de la escuela, sino que la sexualidad aparece, emerge, se produce efectivamente
también a través de las prácticas que tienen lugar en la escuela, tanto aquellas que explícitamente se refieren a la sexualidad como las que no. En ese sentido, sostendremos la hipótesis productiva del poder tal como el mismo Michel Foucault propuso en el primer tomo
de Historia de la sexualidad (1998). Allí, el autor entendía que en las sociedades capitalistas y burguesas, el sexo no parece haber sido solo ni principalmente reprimido, sino que se ha insistido en una proliferación de los discursos sobre él, de modo que las preguntas que nos debieran orientar en su estudio serán del estilo:
“¿Por qué se ha hablado de la sexualidad, qué se ha dicho? ¿Cuáles eran los efectos de poder inducidos por lo que de ella se decía? ¿Qué lazos existían entre esos discursos, esos efectos de poder y los placeres que se encontraban invadidos por ellos? ¿Qué saber se formaba a partir de allí?” (Foucault, 1998, p. 10) […]