La historia del feminismo en Chile tiene larga data, y probablemente sean las deficiencias existentes en el relato histórico-político nacional, lo que explica en parte por qué existe en algunos sectores la sensación de “novedad” o de “importación” del
movimiento, como siguiendo la estela de las artistas de Hollywood y su “#me too”. Tal como sucedió con el relato acerca de otros procesos de cambio sociocultural y movimientos sociales precedentes, de nuevo se traslada la genealogía de ellos a los
centros mundiales, despojando a nuestra sociedad –y en este caso al feminismo- de historia, sujetos, dinámica, agencia y sentido propios. Los procesos socioculturales, evidentemente tienen algo en común, podríamos decir “de época”, pero casi nunca se
explican absolutamente por factores externos, y no necesariamente los centros mundiales anteceden a las periferias en sus desarrollos.
Sumergidas hoy en lo que algunos han llamado “la Cuarta Ola” o el “Nuevo Ciclo Feminista”, podemos afirmar que este movimiento nunca fue tan visible, masivo y pluriclasista como en la actualidad y nunca tuvo, como si lo tiene hoy, en el epicentro protagónico a Latinoamérica. Nunca antes hubo antes marchas tan masivas por temas asociados a mujeres (violencia, aborto, 8 de marzo) como las del último quinquenio.
Nunca antes tantas mujeres chilenas se identificaron como “feministas”, independiente de sus grados de comprensión del concepto y de la corriente a la cual se adscriban. Nunca hubo tal variedad de colectivos, grupos profesionales, sociales y
políticos identificados con el feminismo […]