Estás páginas sobre el cine como constructor de un imaginario compartido, que refleja y a la vez distorsiona o incluso (re) crea la realidad, requieren una breve aclaración semántica. Los términos marica y bruja deben ser tomados en su sentido más peyorativo, simplón y estandarizado para que el título tenga el sentido que espero dar al texto que lo desarrolla. Es decir, aquí es la bruja quién dice, insultando: “marica” o “maricón” y es el marica el que grita con ánimo ofensivo e injurioso: “bruja”, refiriéndose a una mujer que considera malvada, tan malvada como las brujas de algunos relatos tradicionales, sobre todo en su versión a lo Walt Disney (de la madrastra de Blancanieves a Cruella de Ville). Y somos nosotros los que aportamos el concepto teórico y, sobre todo, activista gay-lésbico- queer de “armario” (closet) como espacio simbólico –y en ocasiones no tan simbólico- de encierro y ocultación (¿es eso del todo posible?) de la homosexualidad, en este caso masculina. […]