El texto Maliciosas, desde su título y subtítulos, dibuja una boca que emite palabras en las que la consonante de inicio, bilabial y oclusiva, se multiplica y abre un abanico de sentidos feministas mudos que nos interpelan. Me digo: una intención encubierta borda las malicias del texto. Junto con ello construye una serie de términos cargados a modo de disparos en nuestras pieles: una descarga fulminante. Los labios juntos y el sonido obturado
me provocan pensar en los significados de los calificativos seriados: maliciosas, marimachas, militantes, maracas y malditas. Todas en género gramatical femenino.
¿Quiénes son estas sujetos adjetivadas de este modo? ¿Por qué es preciso nombrarlas de este modo? ¿Es dable pensar que la ironía y la suspicacia se desatan como bombas de racimo entre estos vocablos injuriosos? ¿Explosionan los agravios de estos atributos nuestras cómodas lecturas feministas? ¿Quedamos desafectadas frente a ellos? ¿Si nos afectan, cómo respondemos ante ellos? Usar las palabras ultrajantes que nos han sido
infligidas para aglutinar relatos de mujeres es una provocación feminista. Esa es la “malicia” de Victoria Aldunate. Suele ocurrir que, entre quienes rondamos los feminismos, nos apropiemos de las palabras agraviantes que nos han maniatado desde la cultura, desde lo simbólico y las asediemos para alterar sus sentidos. El lenguaje nos constituye, a menudo desde la opresión y las trampas, y si queremos transformar esta sociedad asfixiante y
opresiva, necesitamos repensar el lenguaje, deconstruir sus binarismos, explosionar sus significados, exponer la primacía del significante y explorar sus posibilidades libertarias con toda nuestra imaginación y osadía. Esto es lo que hace Victoria Aldunate al entregarnos nuevamente este texto, cuya fecha de primera de edición ocurrió hace nueve años atrás […]