Vedado estaba para la mujer chilena franquear el umbral sagrado del augusto templo de la ciencia. La ley se oponía a ello cerrándole el paso que conducía a las aulas oficiales en las diversas gradaciones de la enseñanza secundaria y superior. La preocupación social que alguien con epíteto duro, pero indudablemente justo tildaría de añejo, se lo prohibía amenazándola con el duro ceño de su solemne encono y hasta con el cruel dictado de la reprobación condenatoria…”. Con estas palabras, que reflejan los sentimientos y actitudes de la sociedad de la época, se graduaba la primera mujer chilena que recibía el título de médica, en enero de 1887, en la Universidad de Chile. Eloísa Díaz fue la primera mujer que obtuvo grados académicos y un título profesional universitario en Chile y Latinoamérica. Ella encabeza el grupo de seis médicas tituladas en el país en el siglo XIX, cuando las puertas de la Universidad se abrieron para las mujeres, luego que en 1877 se dictara el Decreto Amunátegui, que en lo esencial estableció: “las mujeres deben ser admitidas a rendir exámenes para obtener títulos profesionales, con tal que se sometan, para ello, a las mismas disposiciones a que están sujetos los hombres”. El objetivo de este artículo es contribuir a visibilizar la presencia y aporte de las mujeres en la medicina en Chile, desde sus comienzos hasta nuestros días. La ausencia de mujeres en esta área ha sido una manifestación más de la discriminación general contra la mujer en la sociedad chilena y si bien hoy su presencia es importante, y pese a todo lo avanzado, persisten brechas de género que dificultan su acceso a ciertas especialidades, así como a cargos directivos y de liderazgo. […]