A mediados de los años ochenta, un grupo de mujeres se reunió en la capilla de la parroquia de una población del sector norte de Talca a ver la película El color púrpura. En ese momento era poco probable que alguna de ellas hubiese imaginado que la violencia representada en esa película –violencia que, muchas de ellas, vivían cotidianamente– llegaría a ser no solo rechazada en forma pública en Chile, sino también castigada.
En un contexto de total impunidad ante los abusos de la mayoría de las figuras «patriarcales» de la comunidad –allanamientos de agentes del Estado, golpes de los maridos y acoso sexual de patrones–, era poco probable que el Estado intercediera en beneficio de los perjudicados/as. Sin embargo, desde 1990 en adelante se han visto avances sin precedentes respecto de este tema, ganados, en gran medida, con la ayuda de mujeres como las que se juntaron a ver esa película. […]
Pensar lesbiana como un procedimiento de disidencia exponiendo las entrañas de un modo de hacer. Ya no identidad sexual, sino escritura siempre inacabada del cuerpo, una escritura como práctica de sí, que balbucea y masculla, una escritura del no hacer como afirmación vitalista. Escribir sobre el hacer(se) una escritura lesbiana sur, sobre los modos en que (des)organizamos la vida, el lenguaje, el cuerpo, la escritura, el activismo, el amor, el sexo, la ciudad, el coger, es animarse a escribir sobre los modos en que se constituye y se desbarata el poder neocolonial de las economías neoliberales y sus procesos de sujeción en el tejido celular de nuestra propia subjetividad. De allí que la escritura lesbiana sea un contingente y larvario espacio epistémico para vislumbrar otras formas de sensibilidad política, afectiva, lingüística, sexual, cultural. […]
La relación entre género y tierra ha sido abordada ampliamente por la litera- tura académica, así como por movimientos sociales, organismos multilaterales y oenegés. A pesar de la inclusión del género en el conocimiento y la política pública en torno a los recursos naturales en América Latina, buena parte de esta literatura ha estado centrada en la propiedad como un mecanismo para garantizar el acceso de las mujeres a la tierra. En este artículo, me pregunto por lo que queda fuera de la propiedad. En diálogo con la ecología política feminista, y a partir de revisión crítica de la literatura, argumento que la producción de la tierra como un objeto feminizado y de sujetos masculinos como aquellos capaces de poseerla y administrarla excluye a espacios y prácticas de reproducción social. Me refiero a esta exclusión como el punto ciego de la propiedad y planteo la necesidad de trascenderlo para contribuir a desestabilizar las dinámicas de despojo sos- tenido en la región. […]