Con mucha frecuencia, los feminismos del sur, incluidos los feminismos islámicos, entienden el movimiento feminista como un fenómeno ahistórico, universal y natural. También se lo ve como un signo intrínseco de progreso. La subyugación es tal que feministas musulmanas, por ejemplo, no dudan en hacer anacronismos históricos para inscribir el feminismo en la génesis de la historia islámica. Toda la dignidad del islam se limita, por consiguiente, a la capacidad de esas militantes de demostrar que es muy feminista en la letra y sexista en la lectura que el patriarcado local hace de él. Una sola grieta en esa construcción retórica: el feminismo como movimiento político no existía en la época de la revelación. Este no es menos a sus ojos que un patrón de medida de la modernidad y vuelve al islam, religión que precedió en el tiempo al feminismo, tributaria de aquel. […]
En 1982 se publicó en el Estado español el libro Nuestros cuerpos, nuestras vidas, traducción de Our Bodies, Ourselves (obos), un proyecto cuyo historial de elaboración y ediciones múltiples atravesó los años setenta en los Estados Unidos de América. Esta traducción fue la culminación, en España, de un tráfico discursivo que empezó a finales de la década de los setenta. Ese intenso ruido discursivo fue, en gran medida, producido gracias al proyecto obos, que una de las traductoras del libro conocía bien por su implicación en la primera traducción al español para Estados Unidos y que emprendió con ella un viaje transnacional entre ee.uu. y España. A partir de fuentes textuales de la época, que exponen la naturaleza fragmentaria, discontinua y parcial de la traducción, reflexiono en este artículo sobre las razones por las cuales este trasfondo proactivo de la traducción de obos merece atención. Este arroja luz no solo sobre aspectos singulares de un movimiento creativo de saberes subalternos, que se opuso a los discursos expertos de la medicina, sino también sobre la emergencia de un nuevo sujeto, autorrepresentado política y discursivamente, las mujeres, que desafió colectivamente la representación hegemónica tradicional de la mujer […]
En este momento en el que a nivel mundial se siente la necesidad de un cambio, económico, social y cultural, es importante tener presentes los principales problemas de la relación entre marxismo y feminismo. El primer paso es analizar qué entendemos por marxismo y por feminismo, para después unir estas perspectivas, lo cual no solo es posible sino totalmente necesario para ese cambio por el que trabajamos. Este proceso de cruce debe resultar en una mutua redefnición. Incluso si entendemos el marxismo como el pensamiento de Karl Marx, y no como los usos que se han hecho posteriormente de sus ideas o como, por ejemplo, la ideología de la URSS o China, en el mismo pensamiento de Marx ya hay muchos elementos de su concepción de la sociedad y del capitalismo de los que necesitamos liberarnos; a su vez tenemos que recuperar lo que es útil e importante hoy en día de su teoría de la historia y del cambio social. Y es que Marx ha contribuido enormemente al desarrollo del pensamiento feminista, entendido este como parte de un movimiento de liberación y de cambio social, no solo para las mujeres sino para toda la sociedad. […]