Leo, devoro Sopa de Wuhan, como queriendo encontrar algo. “Algo”. Ese indeterminado. Algo que aliente mi respiro. Encuentro en su mayoría elaboraciones de filósofos viejos que elucubran sobre la pandemia desde su cómodo lugar eurocentrado. Sólo uno de ellos, escuálido, refiere a su temeroso lugar de tal, un anciano feble a expensas del virus. En su mayoría se refugian en la razón y en la ciencia, lejanos a su persona precaria y frágil, como si eso los salvara otra vez. Sólo María Galindo (la única mujer latinoamericana en la selección del libro), feminista boliviana, es respirable con su radicalidad sospechosa: jugar a contagiarse, prepararse para el contagio del virus, juntarse en ollas comunes, como en tiempos de emergencia política y de resistencia, desobedecer para resistir. La otra mujer, una filósofa española, me parece atractiva en su elaboración sólo porque sospecha del lugar del “nosotros” europeo que devora la atención mundial en su asfixia contagiosa. Butler me decepciona, tan centrada en USA y su posibilidad de salvación democrática en las políticas de salud desbaratadas una y otra vez en ese país mercantil. En fin, quedo agotada y con gusto a poco. Este despacho rápido de un libro, al parecer importante por el tratamiento del virus y la pandemia (¡qué importante son los filósofos-hombres-blancos!), es una insolencia. Sí, quiero ser aguafiestas otra vez. Pero qué esperaba, me pregunto, de ese conjunto de intelectuales privilegiados […]
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