El trabajo intelectual de Marta Lamas encuentra su motor en un deseo que ella describe, simplemente, como “escribir para transmitir” (2011). Al respecto cabe preguntarse si todo trabajo intelectual no es en el fondo un trabajo de cuidado, un empeño por nutrir y sostener la existencia en medio del caos. Ya sea en el contexto de una revolución cultural como la de los años sesenta y setenta, en una confusión política generaliza- da como la que se instala alrededor del mundo en las primeras décadas de la globalización neoliberal, o un presente atrapado entre amenazas existenciales como el caos climático y la guerra nuclear, la escritura de Marta Lamas insiste una y otra vez en pensar, o cuestionar lo dado con el espíritu transmisor de aquellas profesiones “imposibles” entre las que llegó a contarse, desde Freud, el psicoanálisis (1986, p. 249). Como ocurre en la escritura del propio Freud, lo que se transmite aquí brota menos de una biografía individual que de una operación literaria insistente (Kamuf, 2016). Se trata de la descripción precisa, inquisitiva y desmitificadora, basada en la observación y la escucha sin tapujos, de la experiencia vivida de las mujeres, de los sufrimientos y las complicidades que las llevan a identificarse como “mujeres” pese a su heterogeneidad –o incompletitud– radical como sujetos. En suma, ella escribe su feminismo como una problematización sostenida de la subjetividad, “ese complejo y semioculto mundo de los afectos, sentimientos y representaciones simbólicas” (Lechner, 2015, p. 119) que constituye la materia básica de la politización. Un eje tal de su transmisión se encuentra ya presente en los escritos más tempranos de su activismo feminista. […]
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