Las utopías consisten en creaciones ficticias de sociedades perfectas o ideales; por lo tanto, están fuera de los mundos posibles. Sin embargo, nos resulta más viable observar la
presencia de “heterotopías”; territorios en donde el “otro” puede transgredir la normativa de los espacios hegemónicos imperantes. Partiendo de la base propuesta por Foucault, refuerzo la idea
que las heterotopías son espacios donde los sujetos pueden permitirse transgredir el régimen hegemónico, y resultan libres de escoger diversas “desviaciones” de género y sexualidad, sin
temor a ser marginados o castigados.3 Las heterotopias serían espacios materiales donde las prácticas sexuales/corporales no están reguladas por los poderes centrales. A diferencia de su
trabajo anterior sobre el poder y sus discursos, en “Des Espaces Autres” (1986), Foucault señaló que las sociedades necesitan la creación de heterotopías, en donde los individuos puedan celebrar
y encarnar la diferencia. A diferencia de las utopías, los espacios heterotópicos pueden ser concretos y posibles. Las heterotopías existen en relación a los espacios hegemónicos y están conformados por ellos. Por lo tanto, si pensamos las heterotopías, desde el punto de vista queer, estas existirían en oposición a los espacios (hetero)normativos, y concretizarían enclaves en
donde los individuos pueden dislocar los discursos heterosexistas y homofóbicos. heterotopías son sitios en donde sus protagonistas, ya sean académic@s o activistas, participan en lo que podríamos llamar “políticas de subversión” […]
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