Para hacer una lectura decolonial e interseccional de Witchcraft and the Gay Counterculture debemos primero arrancarnos los ojos y el cerebro, desenroscar el laberinto de intestinos que habita nuestras tripas, extraernos los genitales, extirparnos la mirada, el pensamiento, las ideas, las creencias, las certezas que llevamos adheridas y, con sumo cuidado y cariño, introducirlos en una bolsa de basura y tirarlos al primer contenedor de residuos disponible.
Volver a casa, respirar hondo, cagarnos en todo y en tod*s durante el rato que fuese necesario. Cagarnos en la desposesión del cuerpo y los placeres, cagarnos en el género y sus mandatos, cagarnos en la monogamia y sus mezquindades, cagarnos en las jerarquías, en la academia, en el estado, en la nación, en las banderas, cagarnos en el mercado y las leyes, cagarnos en U 8 u los vínculos mercantilizados, en el sexo instrumentalizado, cagarnos en el trabajo asalariado.
Cagarnos en los héroes salvadores que nos trajeron, con sus gilipolleces visionarias, hasta aquí.
Y, una vez hecho esto, abrir el libro, y des-leer. […]
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