La paradoja es la siguiente: ¿cómo la homosexualidad perdió su estigma de enfermedad, vicio y alteridad siendo reconocida ahora por la política tradicional, abrazándose con el Estado y sus ministros sin problemas? Pero aún más, ¿cómo fue que la identidad política homosexual institucional aparece como algo positivo en el contexto de un Gobierno de derecha? ¿cómo el homosexual devino algo bueno para la política? Y, esto me interesa en gran medida como activista de la disidencia sexual, ¿cómo es que la identidad política de la mujer –feminista- en tanto lucha política sexual sigue siendo criminalizada y oscurecida por el espacio público-político a diferencia de lo que ha ocurrido con la identidad política homosexual cada vez menos incómoda? Finalmente, ¿por qué no se relacionan feminismos y políticas homosexuales? […]