Gilda Luongo

Guerra Florida de Daniela Catrileo: “Perfume fragante de la memoriamadreselva” o “esta danza es por nosotras”

Guerra Florida, territorio poético feraz, contiene zonas, territorios ante los que mi cuerpo se doblega. Mi lectura conmovida asedia a cada uno en su anchura. Mi emoción se encoge o se ensancha ante las entradas, entrecruces, salidas intempestivas, arremetidas,
permanencias hermosas, laberintos, (trans)fugas, trayectos, huidas. Y sus paratextos. Primero, me lanza a boca de jarro su título, pienso en las xochiyaoyotl, las guerras floridas de las comunidades mesoamericanas. Este primer brote que cojo en mi mano se abre como zona inacabable, una interrogante abierta también del in xochitl in cuicatl, la flor y el canto que brotan desde ella. ¿Cómo se teñían estos encuentros entre comunidades, supuestamente enemigas, cuántas resignificaciones nuestras fallan en el intento por aclarar, transparentar, traducir vana y soberbiamente estos rituales indígenas antes de la llegada de los
colonizadores? Las palabras son esquivas, las traducciones son (mal)intencionadas desde la colonización; las epistemes que han deseado cubrir con su velo occidental estos signos antiguos fracasan una y otra vez. Su estrépito. Entonces, los textos actuales y las investigaciones resultan insuficientes para acordar verdades respecto de estos eventos llamados “bélicos”. No hay verdad. Tampoco bastan “La noche boca arriba” de Cortázar o
las menciones ácidas y paródicas de Bolaño a la lucha armada revolucionaria como guerra florida, la que nos arrojaría a una vida nueva, al hombre nuevo, aunque al parecer no a la mujer nueva. Sin embargo, la boca me queda invadida del sabor de la guerra y las mujeres, las ñañas, esa explosión poética que el poemario de Daniela Catrileo detona, dispara múltiple para mi lectura […]

Alberto -Beto- Canseco

Crónicas de verdad sobre el porno

A menudo cuando hablamos desde una perspectiva crítica de la agenda de los colectivos de diversidad sexual, solemos mencionar la educación sexual como uno de los lugares más importantes de disputa (en Argentina, por ejemplo, reclamamos la implementación real de la
ley de educación sexual integral en todas las escuelas). En efecto, son múltiples los lugares donde aprendemos a habitar y relacionarnos con la diferencia, de los cuales se destaca de manera evidente la institución escuela, lugar donde pasamos gran parte de nuestras vidas. En
ese sentido, como bien nos ayuda a pensar valeria flores, podríamos comprender a la educación sexual como “un término que en la escuela designa un conjunto variable de prácticas y perspectivas que no responden a un diseño uniforme e incluso llegan a ser antagónicas y contradictorias entre sí” (2015, p. 3). De este modo, la educación sexual
señalaría una intersección entre discursos acerca de la pedagogía y la sexualidad que no debe hacernos confundir con la idea de una educación de lo sexual como si éste existiera previo a los discursos pedagógicos que lo constituyen de manera fundamental. En otras palabras, no se encuentra la sexualidad en algún lugar natural que luego es regulado (reprimido) por los discursos de la escuela, sino que la sexualidad aparece, emerge, se produce efectivamente
también a través de las prácticas que tienen lugar en la escuela, tanto aquellas que explícitamente se refieren a la sexualidad como las que no. En ese sentido, sostendremos la hipótesis productiva del poder tal como el mismo Michel Foucault propuso en el primer tomo
de Historia de la sexualidad (1998). Allí, el autor entendía que en las sociedades capitalistas y burguesas, el sexo no parece haber sido solo ni principalmente reprimido, sino que se ha insistido en una proliferación de los discursos sobre él, de modo que las preguntas que nos debieran orientar en su estudio serán del estilo:
“¿Por qué se ha hablado de la sexualidad, qué se ha dicho? ¿Cuáles eran los efectos de poder inducidos por lo que de ella se decía? ¿Qué lazos existían entre esos discursos, esos efectos de poder y los placeres que se encontraban invadidos por ellos? ¿Qué saber se formaba a partir de allí?” (Foucault, 1998, p. 10) […]

Constanza Pastor

Experiencia-cuerpo, violencia-lenguaje: El cuerpo lesbiano de Monique Wittig como horizonte poético y político

Me propongo explorar algunos aspectos de la poética de Monique Wittig a partir de fragmentos de El cuerpo lesbiano (1977), con el objetivo de abordar las relaciones entre corporalidad, experiencia erótica y violencia, desde los aportes teóricos de Gilles Deleuze, especialmente desde las nociones de “desterritorialización”, “línea de fuga” y “devenir”.
Considero que la poética de Wittig, al plantear un devenir-lesbianizado, rompe con las normas y límites del cuerpo heterocentrado y subvierte la experiencia erótica heterosexual, violentando un cuerpo representado y violentando, a la vez, el lenguaje de las representaciones, para proponer como horizonte poético y político otro cuerpo, fragmentario y a-territorial. Lo “lesbiano” aparece como una cualidad sin género en un cuerpo a-tópico, y es la expresión que intenta dar cuenta de una experiencia que no puede nombrarse por completo.
Parto de la sospecha de que los cuerpos que pasean por El cuerpo lesbiano son anti-cuerpos, en tanto rechazan toda pretensión de unidad (lo mismo: rechazan al Yo como unidad), y considero que el ¿pronombre? y/o de Wittig es un momento de fuga de un cuerpo, la posibilidad de vida-escape de otra subjetividad, que se resiste a ser expresada por medio del lenguaje binario y de las significaciones dominantes; que siempre lo excede […]

María Stella Toro

“Nunca más mujeres sin historia” o ¿cómo llegue a las conversaciones feministas que dieron origen al libro?

Estudié historia en Santiago a principios de los años 90, como le ha pasado a muchas estudiantes mientras definía qué tema quería abordar para hacer mi tesis de pregrado las mujeres entraron en mi vida para no irse nunca más, en un principio sólo sabía que quería abordar la historia reciente de Chile y que dentro de ese basto ámbito quería investigar alguna de las experiencias que se habían dado en los sectores populares de resistencia a la dictadura cívico militar.
Todavía no me definía como feminista, ni teníamos ramos que nos llevaran a acercarnos de alguna manera aunque sea vaga al feminismo, los estudios de género tenían una trayectoria corta y dificultosa en las universidades y a lo más podías acceder a algún seminario, en mi caso de alguna otra carrera de las que se impartían en el campus Juan Gómez Milla (si no mal recuerdo tomé un ramo en antropología o sociología)… […]

Panchiba F. Barrientos

¿Cómo decir nosotras? Las historiadoras feministas y la potencia afirmativa del ejercicio del nombrar

Quiero reflexionar en torno a la posibilidad de articular nuevos giros, reapropiaciones y reclamos en los que la experiencia, las diferencias y los modos de despliegue del reconocimiento y las localizaciones múltiples se vuelvan capaces de proponer preguntas y posturas críticas que interroguen las posibilidades de impulsar la noción de un nosotras que contenga la capacidad de desplegar al mismo tiempo ficciones y gestos políticos que remuevan las certezas que clausuran la identidad. Es urgente pensar en nuestras formas de nombrarnos, pero también en los silencios, omisiones y potencias que surgen desde ellas. ¿Qué se juega cuando comenzamos a conjurar nuestros nombres de otro modo y a partir de estas nuevas formas de nombrarnos interrogamos a la historia? ¿Qué es lo que puede un nombre? ¿Qué sentido tiene decirse historiadora feminista? […]

Gilda Luongo

Disparos feministas: cuerpos tan vivos y tan políticos, mayo-junio del 2018

Los múltiples cuerpos políticos de muchachas. Tantos juntos. Briosos, vestidos con ropajes negros, de colores, para la marcha y su organización, la representación, el baile que denuncia, visibiliza, apunta con el dedo; desnudos, con torsos desafiantes, pechos turgentes, las aureolas y sus pezones oscuros, en punta, en eyección para la funa poderosa; esa zona erógena, lugar íntimo, escondido, que nutre en la crianza y la reproducción, aquí se vuelve pura política abierta, resistente, feminista radical; espaldas fuertes que resisten y soportan la lucha más larga; vientres que se multiplican en vaginas sangrantes donde la vida humana puede o no cuajar cada mes; cuerpos hacia adelante, alzados en muros, en estatuas de próceres cardenalicios, de patriarcas ridículos, sostenidos en vallas de contención, tirados en el suelo, arrastrándose en la escenificación del golpe, de la violación, del dominio, del ultraje; llevando en ristre al fuego que los alienta en antorchas ígneas, teñidas de rojo sangre, en ebullición; cuerpos que enrostran a la fuerza policial de frente y esta se empequeñece, se vuelve frágil, volátil porque no sabe qué hacer con esta potencia revolucionaria, porque se ve sobrepasada por esa vitalidad política feminista y revoltosa de muchachas temerarias […]

Gilda Luongo

En blanco-negro/en color: las mujeres en el foco de Kena Lorenzini

Espacios, tiempos y cuerpos de mujeres coexisten en los disparos de la fotógrafa feminista. Su propuesta está situada en aión antes que en chronos. Un tiempo cíclico, un tiempo que circula en revueltas de mujeres. Un tiempo que dura, perdura, se lía en formas circulares, en espiral, tal vez. Una duración conforma la lucha de las mujeres en contextos nuestroamericanos. Antes/ después/ ahora. Pero no es lineal lo que se nos dona en las imágenes, es una provocación para que percibamos ese continuum luchador, batallador que no se detiene, que no se da respiro. ¿Bregar feminista inacabable, incansable? […]