Alberto -Beto- Canseco

¿Fracaso gay? Notas para una crítica de las gramáticas del éxito sexo-afectivo

Terminamos de ver una película de «temática gay» (todavía quedan algunas de este género, aunque cada vez menos). Tiene final feliz. No nos quejamos; antes veíamos películas y, si los gays aparecíamos en escena, estábamos relacionados con la
decadencia moral, moríamos víctimas de la violencia o de las complicaciones del VIH/Sida o teníamos una existencia insoportable que nos llevaba al suicidio. En tales representaciones rara vez teníamos pareja; excepcionalmente conocíamos algo ligado a la felicidad o al éxito. E insistimos, eso si es que llegábamos a aparecer. Ahora aparecemos más a menudo1, lo cual nos obliga también a preguntarnos acerca del modo
como aparecemos, o si se quiere, del modo como reconocemos un final feliz. En el porno gay este reconocimiento es fácil (en el hetero, imaginamos que también): todo acaba con el esperado cumshot. Pero, ¿y en una narrativa más amplia de lo gay, motivo
de series y películas de temática gay? Queremos decir que aunque nos estamos preguntando por los relatos que expresan las representaciones fílmicas, también nos inquieta cómo reconocemos que alguien que se autodefine como «gay» (puto, marica, trolo, joto, o cómo se llame) está «bien»; es decir, cómo sabemos que tiene éxito en su vida, qué indicios hay de que vive un prolongado «final feliz». No parece apresurado pensar que el final no es tan final, o que nunca llega a serlo completamente, y que solo adquiere apariencia de estabilidad a través de una repetición, lo cual supone un riesgo de fracaso persistente. En otras palabras, el éxito parece obedecer a una dinámica
performativa (Butler, 2005; 2007) […]

Manuscritos y rarezas

La invención del género, o el tecnocordero que devora a los lobos. Biopolítica del Género

En octubre de 1958 una joven se presenta en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de California en Los Ángeles. La reciben los doctores Stoller, Garfinkel y Rosen, un equipo integrado por un psiquiatra, un sociólogo y un psicólogo que investigan “la intersexualidad” y “la disforia de género” (Garfinkel, 1967: 116-185). De la joven, que acaba de cumplir diecinueve años, se dice en el
informe médico que es “blanca” y que “trabaja como secretaria en una compañía de seguros.” El informe agrega: “Tiene un aspecto femenino convincente. Es alto, fina y de formas femeninas […]
Tiene genitales masculinos y un pene de desarrollo normal, así como caracteres secundarios del sexo femenino: busto mediano; no desarrolló vello en el rostro ni en el cuerpo.” Sin embargo, si la joven parece colmar las expectativas taxonómicas de los tres hombres, es ante todo porque no presenta signos de “desviación sexual”, de travestismo o de homosexualidad: “No tiene nada que pueda diferenciarla de una joven de su edad. Tiene un tono de voz agudo, no usa la vestimenta exhibicionista y de mal gusto que caracteriza a travestis y hombres con problemas de identificación sexual.” La condición de posibilidad del futuro diagnóstico de género es ante todo esa constatación de normalidad en términos
de raza (“blanca”), de clase (“trabaja”) y de sexualidad (“no es travesti ni homosexual”). Todo diagnóstico depende de una división previa entre penalidad y terapia, entre perversión y enfermedad
(Foucault, 1975: 29). Una vez que se saca al cuerpo del campo de la patología social o moral es posible instrumentar las técnicas médicas (performativas, hormonales, quirúrgicas…) para ayudar a la naturaleza […]

Manuscritos y rarezas

Feminismo en voz alta: de la movilización a la construcción política de la identidad feminista

La historia del feminismo en Chile tiene larga data, y probablemente sean las deficiencias existentes en el relato histórico-político nacional, lo que explica en parte por qué existe en algunos sectores la sensación de “novedad” o de “importación” del
movimiento, como siguiendo la estela de las artistas de Hollywood y su “#me too”. Tal como sucedió con el relato acerca de otros procesos de cambio sociocultural y movimientos sociales precedentes, de nuevo se traslada la genealogía de ellos a los
centros mundiales, despojando a nuestra sociedad –y en este caso al feminismo- de historia, sujetos, dinámica, agencia y sentido propios. Los procesos socioculturales, evidentemente tienen algo en común, podríamos decir “de época”, pero casi nunca se
explican absolutamente por factores externos, y no necesariamente los centros mundiales anteceden a las periferias en sus desarrollos.
Sumergidas hoy en lo que algunos han llamado “la Cuarta Ola” o el “Nuevo Ciclo Feminista”, podemos afirmar que este movimiento nunca fue tan visible, masivo y pluriclasista como en la actualidad y nunca tuvo, como si lo tiene hoy, en el epicentro protagónico a Latinoamérica. Nunca antes hubo antes marchas tan masivas por temas asociados a mujeres (violencia, aborto, 8 de marzo) como las del último quinquenio.
Nunca antes tantas mujeres chilenas se identificaron como “feministas”, independiente de sus grados de comprensión del concepto y de la corriente a la cual se adscriban. Nunca hubo tal variedad de colectivos, grupos profesionales, sociales y
políticos identificados con el feminismo […]

Manuscritos y rarezas

Aborto en Chile: ¿Usas cartera Louis Vuitton o bolsa plástica?

En Chile el derecho al aborto existe. Según el tamaño del bolsillo de cada quien.
Cada mujer podrá o no tener acceso a este derecho en relación al dinero con que cuenta. Entonces las más ricas se irán fuera del país y llegarán “repuestas” después de una semana.
Otras harán el esfuerzo para pagar una intervención quirúrgica con un valor superior a los mil dólares. Muchas buscarán ilegalmente el Misotrol con una falsa receta para la gastritis o en el mercado negro, e interrumpirán en sus casas con el susto mediante. Y quienes carezcan de recursos y herramientas acudirán al consejo de la amiga, la hierba ancestral, la caída por la escalera o hasta mover muebles pesados, a ver si “la regla por fin baja”.
En un país como Chile, que además de patriarcal es capitalista, no existen ciudadanos ni ciudadanas. No existen seres humanos con derechos y libertades. Los derechos son ?como todas las cosas? otro bien de consumo que podemos adquirir o no según nuestro potencial económico […]

Gilda Luongo

Las M múltiples: Malicias feministas de Victoria Aldunate

El texto Maliciosas, desde su título y subtítulos, dibuja una boca que emite palabras en las que la consonante de inicio, bilabial y oclusiva, se multiplica y abre un abanico de sentidos feministas mudos que nos interpelan. Me digo: una intención encubierta borda las malicias del texto. Junto con ello construye una serie de términos cargados a modo de disparos en nuestras pieles: una descarga fulminante. Los labios juntos y el sonido obturado
me provocan pensar en los significados de los calificativos seriados: maliciosas, marimachas, militantes, maracas y malditas. Todas en género gramatical femenino.
¿Quiénes son estas sujetos adjetivadas de este modo? ¿Por qué es preciso nombrarlas de este modo? ¿Es dable pensar que la ironía y la suspicacia se desatan como bombas de racimo entre estos vocablos injuriosos? ¿Explosionan los agravios de estos atributos nuestras cómodas lecturas feministas? ¿Quedamos desafectadas frente a ellos? ¿Si nos afectan, cómo respondemos ante ellos? Usar las palabras ultrajantes que nos han sido
infligidas para aglutinar relatos de mujeres es una provocación feminista. Esa es la “malicia” de Victoria Aldunate. Suele ocurrir que, entre quienes rondamos los feminismos, nos apropiemos de las palabras agraviantes que nos han maniatado desde la cultura, desde lo simbólico y las asediemos para alterar sus sentidos. El lenguaje nos constituye, a menudo desde la opresión y las trampas, y si queremos transformar esta sociedad asfixiante y
opresiva, necesitamos repensar el lenguaje, deconstruir sus binarismos, explosionar sus significados, exponer la primacía del significante y explorar sus posibilidades libertarias con toda nuestra imaginación y osadía. Esto es lo que hace Victoria Aldunate al entregarnos nuevamente este texto, cuya fecha de primera de edición ocurrió hace nueve años atrás […]

Gilda Luongo

Carmen Berenguer, tus encajes del oficio

Carmen Berenguer, tu invitación me desata. No es tiempo hoy para pusilánimes, para moderaciones ni para escatimar pasiones. No en mayo-junio feminista. Tu Obra poética desata mis nudos en este presente de hoy, de revuelta de muchachas jóvenes, nuevecitas en andanzas feministas radicales. Cómo no volver a la resonancia de las escenas nuestras, Carmen, en estos contextos, tu tremendo cuerpo, tu cabellera con el mechón blanco, tu rostro redondo y tus ojos refulgentes de pasión, tu piel morena y bien política sentada en la sala de reuniones de La Morada en los noventa; tu cuerpo grande ardiente en las calles del 2011, un 8 de marzo esperando la marcha sentadas en La Alameda, despotricando contra las instituciones que se toman este día; cuerpos desobedientes de mujeres activistas, con mi cáncer desatado y el tuyo aun silente, esperando el minuto. Tu boca ancha y esa voz fuerte y mandona en un taller con mujeres lesbianas; tu ires y venires para conmemorar esto o lo otro con la izquierda en ristre; leyendo juntas en algún aniversario por la muerte de Pet; tu voz liderando el grito en el velatorio de Pet: “Compañero Pedro Lemebel, presente ahora y siempre”; tus talleres de poesía en la Chile; tus ojos perfomanceros y tus redes, Carmen, tus múltiples redes de complicidades, tus tráficos de complicidades; tus búsquedas escénicas de la mano de tu hija Carola; tu paso firme en algún estacionamiento, un tropezón y tu cuerpo se levanta grácil como si no pasara nada; tu iracundia con esta derecha nuestra de cada día. Activista cultural, te llamas a ti misma a boca llena y eso me enamora porque no habrá descanso de tu lengua, de tu cuerpo y de tu cabellera desatada, como yo, hoy 2 día contigo, mujer poeta de amar que has marcado este territorio a fuego con tu paso diurno y nocturno, provocador citadino, viajero, con tus ideaciones, tus posicionamientos, tus invenciones, tus exploraciones incansables, tu siempre ir más allá, Carmen, hiriendo con signos ígneos las islas pobres de este largirucho y guliento país. […]