El feminismo es la expresión política y el movimiento social de mayor crecimiento en las últimas décadas en Argentina. Las raíces de esta fuerza insurrecta se hunden en las postrimerías del siglo XIX, aunque fue en los años setenta y ochenta del siglo XX cuando se consolidaron sus sentidos contemporáneos y se ensayaron las primeras estrategias de ampliación del movimiento. Pero fue en los últimos años que el feminismo conquistó las calles, las pantallas de televisión, las plataformas virtuales y cierto sentido común informado. El signo feminista transicionó del insulto al orgullo. Ser feminista devino una declaración de principios necesaria de nuestra era. Candidatas a presidentas, vedettes o periodistas se autoproclaman “feministas” ante las cámaras y no vuela una mosca en el estudio. Nadie pone cara rara ni tienen lugar chistes aleccionadores. Parecen haber quedado atrás las risas de Hugo Guerrero Marthineizt ante Leonor Calvera o las de Bernardo Neustadt ante María Elena Oddone.
Estamos ante un escenario nuevo y de grandes posibilidades para el feminismo, pero también de importantes riesgos. La masificación que se abrió a partir de la consigna del “Ni Una Menos” (de ahora en adelante NUM) en junio de 2015 cambió las coordenadas de su acción política. Ya no son sólo las organizaciones feministas, desde las calles o desde sus espacios de encuentro, ni las académicas, desde los institutos de investigación, quienes moldean los sentidos de este movimiento cada vez más grande y más plural. Tampoco son las militantes nucleadas tras el NUM. Hoy, el feminismo nos desborda en múltiples formas y, si en algunas nos reconocemos y nos celebramos, de otras nos extrañamos radicalmente. Son tiempos de cosecha, definitivamente, pero también deben ser tiempos de nuevas y reformuladas preguntas.
La propuesta de Epps –interrogar a través del concepto de fráxitos la condición paradójica de lo conseguido por las luchas de la disidencia sexual– se convierte en una excusa para analizar no ya las conquistas legales del movimiento lgbtttiq sino ciertas modalidades de lucha de los feminismos contemporáneos y los horizontes emancipatorios que a partir de ellos es posible imaginar (o no). […]