Si bien el debate sobre el “matrimonio para todos” podría parecer sólo una repetición del que se llevó a cabo anteriormente sobre el PaCS (Le Pacte Civil de Solidarité, contrato a partir del cual dos personas mayores de sexo diferente, o del mismo sexo, acuerdan organizar su vida en común), los términos han cambiado desde finales de la década de 1990, pasando de lo laico a lo religioso y de lo antropológico a lo biológico. Sin embargo, el debate sigue girando en torno a la identidad nacional. En Francia, la filiación está sacralizada porque define a la familia y a la ciudadanía. Como hace ver con claridad la comparación con Estados Unidos, la oposición al matrimonio gay es, por ende, sobre de la raza: articula la racialización de la nación y la biologización de la familia. Sin embargo, la retórica política no siempre coincide con esta lógica de naturalización/desnaturalización. En efecto, aun cuando los nacionalismos sexuales de la década de 2000 se opusieron a la “democracia sexual” de las minorías raciales, las polémicas de la siguiente década, desde la ley Taubira hasta la (llamada) “teoría de género”, ofrecen nuevas configuraciones de la intersección entre la política sexual y la política racial. ¿Es el movimiento de La Manif pour tous, burgués y católico, acerca de ser blanco, o es posible una alianza moralmente conservadora con los franceses de los suburbios, hijos de inmigrantes y musulmanes? La conclusión de este artículo se enfoca en las tensiones entre la lógica interseccional (de equivalencia) y la retórica (de articulación): el matrimonio entre personas del mismo sexo significa a la raza, pero al mismo tiempo es significado por los distintos actores políticos […]