Las mujeres familiares de las víctimas de la dictadura chilena se organizaron muy tempranamente para buscar a sus seres queridos y exigir verdad y justicia. Sin embargo, los estudios feministas las han relegado al rol de mujeres-madres que salen por primera vez de sus casas para cumplir un rol tradicional, como es el de cuidar a sus familiares, sin otorgarles un carácter político a sus movilizaciones. En este trabajo, planteamos poner en discusión este análisis, proponiendo que jugaron un rol muy importante en la defensa de los derechos humanos, así como también en la rearticulación del tejido social destruido tras el golpe de Estado. Ellas se convirtieron en actores políticos de primera línea en el espacio público para exigir la verdad sobre el paradero de sus seres queridos, interpelando al régimen y su legitimidad, defendiendo, de esa forma, los derechos humanos confiscados a todos los chilenos. […]
El presente dossier, escrito desde la rabia y la impotencia, da cuenta del caso de Joane Florvil, una migrante haitiana que fue detenida de manera arbitraria porque, supuestamente, abandonó a su hija en una o cina de la municipalidad en Santiago de Chile el 30 de agosto del 2017; treinta días después del evento la joven murió en extrañas circunstancias en el Hospital Clínico de la Red de Salud UC Christus (también Hospital Clínico de la Universidad Católica), luego de ser trasladada desde el Hospital de Urgencia Asistencia Pública (también, Posta Central) bajo arresto. Joane Florvil había llegado un año antes a Chile en estado de embarazo de dos meses buscando una vida mejor para ella y sus dos hijos, quienes permanecieron en su país de origen. Ella vivía en Cerro Navia, donde fue acogida por los familiares de su pareja. […]
Elsa Dorlin en Defenderse: una filosofía de la violencia (2018a) y en el “Manifiesto de autodefensa femenina ¡Ya es tiempo!” (2018b) entenderá la construcción del sujeto político revolucionario a partir del papel primordial de la rabia en la politización de las experiencias vividas de dominación. Para ello, acuña una fenomenología de la presa, que definiría lo que es ser una mujer sobre la cual sostiene que la politización de las subjetividades no depende siempre de la responsabilidad de los colectivos formados por los violentados porque para la mayoría de ellos puede ocurrir que o bien no haya colectivo posible o que el mismo no les acompañe hasta la puerta de sus casas. Más aún, la autora argumenta que la única manera de que los hombres comprendan los efectos de ser una mujer es a través de una pedagogía brutal que apuntaría a convertirnos a todos en vidas a la defensiva. Intentaremos mostrar cómo un discurso crítico del sujeto moderno, en sus efectos, revitaliza ciertos aspectos del sujeto liberal. Concluiremos que el modo en que Dorlin concibe el paso a las estrategias de resistencia violenta se encuentra cargado de optimismo cruel (Berlant, 2011b) reforzando las tecnologías de auto-precarización afectiva (Cano, 2018) vitales para la gubernamentalidad neoliberal. […]